sábado, 4 de septiembre de 2010

CIUDAD DE CONTRASTES: FAST FOOD, XENOFOBIA Y SEXO

De lo primero que eres consciente, es que la ciudad no duerme. 

Ir a cenar no era un problema pq encuentras infinita variedad de locales de fast food abiertos las 24 horas del día y donde nos topamos con las primeras curiosidades: puedes recargar tú bebida de manera gratuita free refill y constatamos que ver obesos que comen con una hamburguesa en cada mano no era una leyenda urbana. 


También empezamos a intuir, lo difícil que ha sido para los latinos optar por el sueño americano: prácticamente la totalidad del sector servicios se compone de chicanos, y hablando con algunos de ellos te dabas cuenta del desprecio sufrido hacia un colectivo considerado mestizo (en su terminología más despectiva).

Esta multitud de hispano hablantes es una enorme ventaja para alguien que viaja con un lenguaje tan básico como era raise, call, fold u all in.

En cuanto a gastronomía se refiere, la comida en las franquicias no se diferencia en nada con las españolas, a excepción de la Coca Cola.

La Classic para un aficionado como yo a este mejunje, no tiene ni punto de comparación. Siempre he pensado que si la Coca Cola se vendiese al precio de Moët & Chandon, estaría mejor valorada (en cuanto a sensaciones gustativas, no hablo de lo perjudicial del producto).

Mi afición es tal, que a mi vuelta, conseguí que el dueño de un Kebab de mi barrio me vendiese un par de docenas, no le pregunté como las conseguía, me limité a disfrutarlas.


Lo que no se volvió a repetir fue catar los famosos Hot Dogs, nombre muy acertado porque saben a perros.



Después de cenar, y al salir a pasear, nos encontramos con otro sonido repetitivo que nos acompañará durante toda la estancia, el que causa el repicar de los flyers en manos de decenas de… chicanos, con fotos de strippers y sus respectivos números de teléfono, flyers que por cierto acaban formando una alfombra interminable de chicas ligeras de ropa.

Esta será otra de las cosas curiosas de los americanos, cultura contradictoria donde las haya: por un lado la prostitución es ilegal, tanto para el que la ejerce como para el que la contrata, pero por otro lado, es posiblemente una de las ciudades con más prostitutas por metro cuadrado del mundo. 

Quien sea aficionado a este sector, encontrará sin lugar a dudas a la mujer de sus sueños: la calidad estética es realmente alta, sobre todo teniendo en cuenta el número de intervenciones quirúrgicas por las que se someten las susodichas.

Al respecto, una anécdota cuanto menos curiosa: una de las pocas noches que salí de fiesta, decido esperar a mis amigos en el interior de una discoteca del hotel The Mirage, en ese momento no le di demasiada importancia a que me cobrasen 30$ por la entrada.



Muy buena música y multitud de jóvenes atractivas en actitud altamente cariñosa con el sector masculino. Hacía bastante tiempo que no salía de marcha, soy consciente que la juventud ha cambiado mucho, que es más liberal, hasta más promiscua… pero esa mezcla de casi 100% de niñas guapas en el mismo local y tan abiertas a las relaciones interpersonales, era como mínimo chocante: 

¿Sería parte de la idiosincrasia americana hacia el turismo? 

Obviamente, el lector más vivo ya sabe la respuesta, era un puti club en toda regla.

Uno de mis acompañantes, después del calentón y camino al hotel, decide recoger uno de los flyers para disfrutar  de su momento de intimidad (craso error).

Estas chicas, a diferencia de las de la discoteca, no ejercen la prostitución encubierta, de ahí a que puedan publicitarse, son bailarinas sin derecho a roce, por lo que el calentón acabó en súper calentón. Nadie preguntó sobre el final de la noche, supongo que acabó repicando… flyers.


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